La ciudad que queremos, buscando un nuevo modelo de ciudad


Hacia un Nuevo Modelo de Ciudad. Mesa Redonda Univerde Málaga

(Este texto lo elaboré para introducir la Mesa Redonda sobre un Nuevo Modelo de Ciudad, presentado en la Univerde de Málaga, el viernes 5 de septiembre de 2014)

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Las ciudades que tenemos son económica, social y ambientalmente insostenibles y por tanto son muy vulnerables, tienen su futuro comprometido. Y el principal problema al que nos enfrentamos para iniciar el proceso de transición que nos conduzca desde un nuevo modelo urbano insostenible a otro que se acerque a la sostenibilidad, es que no tenemos conciencia de ello, en su sentido completo o global. No acabamos de ser conscientes de hasta que punto están interrelacionadas la insostenibidad social, económica y ambiental, y por tanto, no acabamos de ser conscientes, como sociedad, de que tenemos que emprender acciones decididas e interrelacionadas para iniciar el proceso de transición del modelo económico, social y ambiental de la ciudades que tenemos, para conducirlas hacia un modelo de ciudad habitable y sostenible, ecológica.

 

Esa falta de conciencia social de la globalidad de los problemas a los que nos enfrentamos representan sin embargo, no sólo el primer reto a afrontar, sino también la oportunidad de iniciar el proceso de transición. Porque la transición sólo será posible mediante un cambio del modelo político, mediante una el paso desde una democracia representantiva de muy baja calidad, como la que tenemos, hacia una democracia participativa sana, en la que la ciudad que queremos la pensemos, sintamos, deseemos, decidamos y construyamos entre todas las personas que las habitamos. Es el inicio de ese proceso de participación el que nos va a permitir comprender mejor nuestros problemas, pero también detectar nuestras fortalezas y aprovechar las oportunidades que van a surgir en el cambio de modelo para activar la economía orientándola en una nueva dirección, con unos nuevos valores.

Si preguntamos a la gente, cuáles son los principales problemas a los que nos enfrentamos hoy en nuestras ciudades la respuesta abrumadoramente mayoritaria es el paro. En una ciudad como Sevilla, de 700,000 habitantes, afecta a más de 90,000 personas. El 73% de las familias sevillanas se siente afectada por el paro: tiene a alguno de los miembros de su familia en esa situación. El paro es el principal factor de insostenibilidad social de nuestras ciudades. Por tanto, cualquier estrategia de cambio de modelo de ciudad tiene que partir de hacer de la lucha contra el paro un eje troncal y transversal. Frente a quiénes proponen como solución al problema del paro seguir insistiendo en el modelo que nos ha llevado a esta situación, promoviendo desde los ayuntamientos operaciones de especulación urbanística, como sigue pretendiendo, el alcalde de Sevilla, hay alternativas, que nos permiten avanzar hacia ciudades más ecológicas haciendo de esta transición el motor de creación de empleo. Y algunas de las más significativas e inspiradoras las vamos a presentar aquí, en esta mesa.

Taller Participativo de Plan Barrio en Alcosa, Sevilla

Si seguimos hablando de insostenibilidad social, ligado al problema del paro y de la precariedad laboral está la desigualdad, que no para de crecer, y que es un factor no suficientemente percibido de insostenibilidad social, por su capacidad corrosiva sobre la cohesión social. Si esta desigualdad social se expresa además espacialmente, con barrios para ricos, barrios para clases medias y barrios para pobres, separados entre sí, incluso con barreras físicas, la insostenibilidad social se agrava aún más y genera miedo, rabia, frustración, violencia e inseguridad. El sentimiento de exclusión que alimentan los habitantes de los barrios más desfavorecidos genera ambientes de vida depresivos y constituyen bombas sociales de relojería que periódicamente estallan. Tenemos barrios en nuestras ciudades que concentran tasas de paro por encima del 50 o 60 %, con bajos niveles de formación y con incidencia severa de otros problemas. Son los barrios vulnerables que pueblan nuestra geografía urbana y que son el principal problema de insostenibilidad social que tenemos que afrontar. Todo proceso de transición urbana hacia la sostenibilidad debe priorizar la intervención en estos barrios, como nos urge hacer la Carta de Leipzigt de 2007. Tenemos casos de buenas prácticas que nos señalan el camino para conseguirlo, como el barrio de La Mina en Barcelona, o las experiencias parcialmente exitosas de La Chanca en Almería, de Polígono Sur en Sevilla, de San Martín de Porres en Córdoba. Todos ellos tienen como denominador común un enfoque global y participativo en el proceso. Este ha sido mi campo de trabajo profesional, tanto en Sevilla como en cooperación internacional. Los últimos ocho años he estado trabajando desde la universidad, en la transformación en Medina de un asentamiento chabolista de Larache en Marruecos. Jnane Aztout ya es Medina, y ha sido posible por la capacidad de auto organizarse y autogestionarse de sus vecinos, con su widadiyat, con el apoyo y acompañamiento técnico de un grupo de cooperación de la universidad, y logrando el compromiso de las instituciones marroquíes en el marco de un ambicioso programa de lucha contra el chabolismo, el Plan Villes Sans Bidonvilles.

Ya somos medina, Jnane Aztout

El problema social del paro está vinculado al fracaso de un modelo económico de ciudad, que ha apostado por la especulación urbanística, en detrimento de un equilibrio de actividades productivas, y por la inserción de las ciudades en la globalización, en detrimento de una economía local productiva. Esa apuesta competitiva de las ciudades por atraer las inversiones internacionales se ha mostrado como un modelo no sólo insuficiente, como generador de empleo, sino vulnerable y precario. Las inversiones del capitalismo internacional no vienen para quedarse, vienen para aprovechar las ventajas comparativas. Y estas son cambiantes. Las grandes empresas se deslocalizan en cuanto encuentran mejores ventajas en el Este de Europa o en el Norte de Marruecos. La apuesta por una economía local productiva y de servicios equilibrada, orientada hacia el bien cómun, en transición hacia la sostenibilidad ambiental, es nuestra mejor apuesta de futuro. Las oportunidades de actividades generadoras de empleos que surgen de perseguir los objetivos de mayor autosuficiencia y equilibrio ambiental, las vamos a ver muy bien ilustradas tanto en Friburgo, capital ecológica de Alemania, como en Loos en Gohelle.

Pero dónde más se percibe la ceguera, o falta de percepción de nuestros problemas, es el ámbito de la sostenibilidad ambiental, que además opera todavía en el imaginario colectivo como enfrentado a la sostenibilidad económica y social, algo que de lo que sólo nos podremos ocupar cuando hayamos conseguido un “crecimiento sostenido”. Salvo casos extremos de ciudades cuya calidad del aire es notoriamente nociva y así es percibido y olido por sus habitantes, como es el caso de Huelva con su polo químico y su paisaje lunar de fosfoyesos radiactivos, no tenemos la percepción de que nuestras ciudades sufran serios problemas ambientales. Y esto es así porque esos problemas no se ven. Los efectos de la insostenibilidad de la ciudad se viven lejos. Su huella ecológica es alargada además de extensa.

En un debate público propiciado por la elaboración del Plan Estratégico Sevilla 2010, hace ya más de quince años, le discutí al entonces director de EGMASA esta cuestión. Acababa de afirmar que Sevilla no tenía especiales problemas ambientales. Le contesté que la huella ecológica de nuestra ciudad metropolitana era del tamaño de la mitad de Andalucía. Pero no la vemos. No vemos las toneladas de CO2 que producimos. No somos conscientes de cómo estamos contribuyendo al cambio climático global con el modelo de ciudad que tenemos, abastecido de una economía global que hace que nuestros alimentos recorran una media de 4,000 Km hasta llegar a nuestros hogares. No somos conscientes de que nuestras ciudades son sumideros de energía que no producimos, generada por combustibles fósiles responsables del efecto invernadero y además crecientemente escasos y caros. No somos conscientes del crecimiento exponencial en el consumo de agua potable de los modelos residenciales de baja densidad. No somos conscientes de las consecuencias de perder los suelos agrícolas próximos a las ciudades. Algo de lo que tenemos que aprender del mundo anglosajón. Una ciudad necesita tener una reserva alimentaria próxima ante el panorama de crisis de la civilización industrial basada en los combustibles fósiles en el que hemos entrado. Sevilla ha multiplicado por dos su población al tiempo que ha multiplicado por veinte su extensión territorial. Ello a costa de la drástica reducción de la actividad agrícola en terrenos fértiles de la vega del Guadalquivir y de la planicie del Aljarafe. Y este modelo, de mocultivo de urbanizaciones de casas clónicas adosadas, más centros comerciales, más polígonos industriales provoca un incremento exponencial de movilidad motorizada para ir de las ciudades dormitorio a las ciudades del trabajo y de estas a las del ocio y las compras.

El reto que afrontamos es cómo transformar este modelo antilógico en un modelo ecológico de ciudad. Sabemos que nos hemos equivocado apostando por el modelo de ciudad dispersa, dependiente del coche, segregadora social y espacialmente, derrechadora de recursos y contaminadora. Y tenemos algunas referencias de cómo pueden ser barrios y ciudades ecológicas. Inspirándonos en ellas tenemos que activar estrategias participativas de transición. Tenemos que transformar las urbanizaciones en barrios y los barrios en ecobarrios, priorizando aquellos con mayor problemática social. Y para que esto sea posible necesitamos activar iniciativas de transición. Actualmente estoy dirigiendo un proyecto de investigación acción participativa que pretende mostrar cómo esto es posible desde la iniciativa social autogestionaria. Para ello estamos trabajando con la gente de los barrios para diseñar procesos que:

  • Rehabiliten los edificios con criterios de eficiencia energética y accesibilidad universal, promoviendo cooperativas de construcción de barrio, financiadas con banca ética

  • Transformen en espacio público utilizable las actuales bolsas de aparcamientos, potenciando los caminos peatonales, empezando por los caminos escolares seguros, y la movilidad en bici en alianza con el transporte público.

  • Promuevan una alimentación saludable abasteciéndose de las huertas de proximidad

  • Logren la autosuficiencia energética poniendo techos solares promoviendo las cooperativas de productores-consumidores de energía.

  • Fomenten el comercio y los talleres de barrio impulsando su transición hacia la economía del bien común.

  • Todo ello con un proceso participativo que promueve la educación socioambiental, en alianza con el centro de adultos del barrio y los colegios, institutos y centros de formación profesional.

Tenemos con nosotros en la mesa a Naresh Giangrande, coprotagonista de la ciudad que inició el movimiento de ciudades en transición, Totnes. Itziar González nos puede ilustrar sobre sobre la experiencia de rehabilitación de barrios en Barcelona y de cómo la trayectoria del movimiento ciudadano y político en ciudad ha hecho posible Parlamento Ciudadano y Guayem Barcelona. Vicente Torres nos va a mostrar el ejemplo luminoso de Friburgo, la capital ecológica de Alemania. Isabel Porras nos va a ilustrar con un ejemplo de lo pequeño es hermoso. Santacleta, una iniciativa de economía social y ecológica en torno al mundo de la bicicleta y su poder transformador. Algo que ha sido posible en una ciudad como Sevilla que ha logrado convertirse en muy pocos años en una ciudad de referencia para la movilidad en bicicleta.

(recomiendo ver el video completo cuyo vínculo encabeza el artículo)

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Acerca de estebandemanueljerez
Profesor e investigador en la acción por el Derecho a la Ciudad. Me emergen ensayos y relatos, de tarde en tarde poemas. Trabajo como profesor en la Universidad de Sevilla y colaboro con el Taller Ecosocial.

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