¿Como poder lo que todavía no podemos?

Dibujo de César Umbell
Antonio Turiel inicia un debate imprescindible en torno a lo que PODEMOS y LO QUE NO PODEMOS, a propósito de la decisión del equipo de Pablo Iglesias de encargar su programa económico a Juan Torres y Vicenç Navarrro. Animo a su lectura y esbozo mi posición. De este modo continua el debate entre decrecentistas y neokeynesianos, en el que se vieron involucrados Vicenç Navarro con Los errores de la tesis del decrecimiento económico y mi compañero Florent Marcellesi, que argumentaba que la crisis económica es también una crisis ecológica, además del propio Turiel desde su magnífico blog The Oil Crash. E interpela directamente a Pablo Iglesias en tanto que firmante del Manifiesto Última Llamada, cuyas tesis apuntan en dirección opuesta a buscar una salida de la crisis estimulando el crecimiento vía consumo, como propugnan los economistas Neokeynesianos.
Cada vez veo más claro que la estrategia tiene que ser de transición: partir de lo que podemos, para hacer posible lo que no podemos todavía pero es imprescindible. Y esto es posible si compartimos una visión de futuro (construida sobre la base de una democracia participativa y deliberativa) y fijamos los pasos que podemos dar en esa dirección, sin desviarnos. Una estrategia de transición.
El cambio de modelo energético no es suficiente, pero es una estrategia de transición necesaria, por ejemplo. Hacer pedagogía es también eso: decir que es una condición necesaria pero no suficiente. Hoy por hoy no tenemos capacidad de reemplazar el nivel de consumo de energía sólo con renovables, Pero el mensaje no puede ser poner en pie de igualdad el fracking y las renovables. No es pedagógico y no es cierto que sean igual, aunque sea cierto que ni una ni otra sean solución definitiva. Hay que decir la verdad. Hay que reducir el consumo de energía y para ello es necesario relocalizar la economía y cambiar el modelo energético, invertir la balanza.
Es necesario hacer visible que junto con el incremento imparable de la desigualdad, que nos lleva una crisis social de consecuencias catastróficas, se dispara nuestra huella ecológica, el desequilibrio entre la capacidad productiva del planeta y lo que extraemos del planeta año a año. A nivel mundial vivimos ya un 50% por encima de nuestras posibilidades: gastamos un planeta y medio al año. ¿Cómo es posible? Viviendo de las rentas, de los combustibles fósiles generados en millones de años. En cuanto hemos rebasado el pico del petróleo hemos iniciado, sin ser como sociedad conscientes de ello, el declive de nuestra civilización. Esta huella ecológica es muy desigual. España gasta cuatro planetas y Estados Unidos siete mientras el sur del planeta no gasta ni su parte proporcional de planeta.

Es imposible generalizar el modelo americano de vida. No somos conscientes de ello pero la Sevilla metropolitana tiene una huella ecológica equivalente a la totalidad del territorio de Andalucía: necesitamos el equivalente a toda la superficie de Andalucía para abastecernos de recursos y absorber nuestros residuos. Y en Andalucía hay otras muchas poblaciones. Tenemos que hacer decrecer nuestra huella ecológica. No hay alternativa. Y para eso hay tres factores clave: la relocalización de la economía, el cambio de modelo energético y el cambio de modelo alimentario. Estos tres factores son los que desequilibran nuestra huella ecológica fundamentalmente. En Andalucía hoy tomamos del exterior el 80% de lo que consumimos. Tenemos que invertir la situación: producir regionalmente el 80% de lo que necesitamos y comerciar con el 20% restante. Dependemos en un 80% de energía importada (gas, petróleo y uranio). Pero tenemos tecnología y sol para generar el 100% de la electricidad con fuentes renovables. Tenemos un gran potencial para reducir el consumo de energía relocalizando la economía y creando economía de proximidad en los barrios. Y tenemos un gran potencial de autoproducción de nuestra propia energía en nuestras casas. Y tenemos un gran potencial para pasar de una agricultura globalizada de alto consumo energético y de químicos, en la que los alimentos recorren de media 4.000 km hasta llegar a nuestros hogares, a una agricultura de proximidad, adaptada al clima y el territorio, ecológica. Estas apuestas de transición además tienen un gran potencial de generación de empleo local. Es el gran tema político de nuestro momento: como hacer frente simultáneamente a la crisis social, económica y ambiental, generando empleo y construyendo una sociedad más equitativa al tiempo que damos un giro copernicano a nuestros patrones de producción y consumo. Necesitamos estimular el consumo de productos de primera necesidad, fomentando la economía local, orientándola al bien común, y reducir drásticamente el consumo supérfluo. En fin, un tema apasionante para debatir en grandes círculos. Tenemos que fundar el debate en la información y el conocimiento. No hay atajos. No cabe seguir haciendo lo mismo para dar un giro a la crisis civilizatoria. Y es fundamental que este debate se produzca en el proceso constituyente, de cambio de reglas de juego, que estamos protagonizando. Como nos advierte con esperanza Edgar Morin podemos hacer que lo improbable (evitar la catástrofe planetaria de forma pacífica y democráticamente decidida) sea posible.
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Totalmente de acuerdo. Sería lamentable, por insuficiente, que la crítica del modelo económico que nos ha llevado a la crisis actual se quedara en la crítica de como se reparte la riqueza producida, sin entrar a considerar que lo que se produce configura, en sí mismo, el modo en que se comparte. ¿O no es una sociedad «nuclear» una sociedad forzosamente centralizada y militarizada, mientras que una sociedad «renovable» podría ser también democrática y descentralizada?
En efecto. Sin embargo, asumir que necesitamos modelos de transición es peligroso. La experiencia muestra que las transiciones llegan para quedarse primero, y para embrutecerse después. Asumir ese modelo implica recordar, explicitar, avisar, mantener en la consciencia constantemente que estamos en transición hacia donde realmente queremos ir, aprovechando y creando oportunidades continuas para dejarla atrás. Si hay un pestañeo en el camino, este proyecto engrosará el hábito de la frustración colectiva, cuyo golpe anula cualquier esperanza durante mucho tiempo.
Creo que hay un error en tu articulo o yo no le he entendido bien y agradeceria me lo aclararas, tengo que decirte que en general estoy bastante de acuerdo con la idea que desarrollas. El error es el siguiente, dices que gastamos planeta y medio al año y Epaña gasta 4 planetas y EE UU 7, quizas querias decir que España gasta 4 veces su equivalente en superficie y EE EE 7 veces su superficie. Si lees esto por favor mandame la respuesta a:
mlp_vega@hotmail.com
Un saludo
Efectivamente. España utiliza cuatro veces su superficie y Estados Unidos siete. La media mundial hoy es que usamos un planeta y medio. Si toda la población mundial tuviese el nivel de consumo de Estados Unidos necesitaríamos el equivalente a siete planetas.
Tarde o temprano teníamos que afrontar este asunto. Después de haber leído las críticas de Navarro a nuestro representante en el parlamento europeo, me quedo con la sensación de que, a pesar de su innegable condición de intelectual de élite sobre economía neokeynesiana, le falta algo de amplitud de miras, echo de menos una confrontación con la realidad de lo que postula en su artículo. Decir que el cambio en la distribución de la riqueza ha de venir acompañado de un cambio en el modelo o en los sistemas de producción es un análisis que se queda en la orilla de lo que viene a intentar solucionar. Según sus palabras parece que el sistema productivo es sólo una cuestión de energía, capital y fuerza de trabajo. Me hubiera gustado que nos dijese si ese cambio de sistemas productivos que propone se podría llevar a cabo sin talar mas arboles para madera o pastos, o sin contaminar el agua, o sin explotar las minas de coltán, hierro…me gustaría que hubiese explicado como ese nuevo sistema productivo que propone iba a solucionar el problema del próximo agotamiento del fósforo a nivel mundial (nutriente básico y esencial para la alimentación de la agricultura intensiva convencional), y por consiguiente los problemas para obtener piensos para los animales y alimentos de origen vegetal para nosotros. Absolutamente nada. Hay muchos economistas a los que le cuesta asumir el hecho de que su campo de estudio es un instrumento creado y pensado para hacerle la vida más fácil a las personas, y que sin una confrontación con la realidad (científica y social) del planeta pierde el sentido para el que fue creado. En cuanto a la transición, adelante con ella, obviamente no podemos hacer mayoría social si de pronto nos presentamos como unos radicales que hacemos oídos sordos a lo que la gente nos dice. Esa gente, que todavía desconoce o es incapaz de ver la totalidad del asunto, son la gente que en el futuro tendrá que plantearse los siguientes pasos y ahí estaremos nosotros. Pero tenemos que ser beligerantes y claros. El decrecimiento no es una opción, es una realidad que podemos afrontar con calma y serenidad, o contra la que podemos chocar violentamente provocando daños considerables. Enhorabuena por los artículos, un saludo desde Moguer (Huelva)!