NO EXISTE LIBERTAD SIN JUSTICIA E IGUALDAD: Reflexiones sobre la situación en los asentamientos chabolistas para temporeros en Huelva y Almería


Por Juan F. Ojeda Rivera. Profesor jubilado de Geografía y secretario ejecutivo de IESMALÁ (Instituto de Estudios Sociales del Mediterráneo, África y Latinoamérica) (www.iesmala.org)

En estos días de confinamiento responsable y obligada introspección, estoy recibiendo continuas reflexiones y relatos de amigos que me interpelan y, a veces, comparto. Tal esfuerzo por compartir o matizar posiciones me conduce inexorablemente a buscar las raíces de mis convicciones.

Mi vida y las de muchos que hemos recorrido gran parte de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI, están marcadas por un virus que se ha encarnado sustancialmente en nuestras personas, conformándolas como tal e hiriéndolas y enorgulleciéndolas, a la vez. No se trata de una pandemia, como el dichoso coronavirurs, sino de un virus muy selectivo y casi exclusivamente transmisible entre los que conformamos los estamentos o clases medias: aquellos que hemos tenido la suerte o capacidad de poder filosofar y de poder valorar la cultura o el disfrute como dones gratuitos. Y, con ello, podemos contar con la libertad que nos otorgan tanto el tener resuelto nuestro “primum vívere” como el  no preocuparnos por guardar porque vivimos al día y no somos objetivos prioritarios de ladrón alguno.

Ese virus, inquietante y maravilloso a la vez, se llama preocupación o compasión con los pobres. Yo creo que, en el entorno español de muchos de mi generación, tal virus es inoculado primeramente por el evangelio y sus atractivas parábolas y relatos compasivos: rico epulón, hijo pródigo, bienaventuranzas, magdalena, buen ladrón…. Y se va desarrollando y mutando con lecturas sociopolíticas y filosóficas explicativas de la pobreza y reivindicativas de una necesaria justicia distributiva en un mundo cada día más injusto.

Ahora bien, dependerá de que en cada persona o grupo se acentúe la raíz religiosa o la fuente ideológica para que aquel primario virus de la compasión con los pobres se reafirme como un caritativo y analgésico “bálsamo reparador” o mute y se radicalice hacia un compromiso activo con la “lucha por la igualdad”.

Cuando terminamos creyéndonos que una pandemia como el coronavirus parece estar rompiendo los moldes clasistas y admitimos tópicos como el que sostiene que los más pobres entre los pobres están naturalmente más vacunados ante cualquier virus, aliviamos el efecto de nuestra primera compasión, que –por ejemplo- no puede soportar, en el actual contexto andaluz,  la infamia de los campos chabolistas de inmigrantes en Huelva y Almería. Y entonces, acudimos a la caridad o aplaudimos las subvenciones y parches oficiales, entendiendo que pueden tener su coyuntural y urgente virtualidad, aunque los del “bálsamo reparador” quizás sostengan que esas son las únicas y posibles soluciones estructurales en un mundo que consideran injusto por naturaleza.

De hecho, el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía de 15 de abril, publica el Decreto-Ley 9/2020, en el que se establecen medidas urgentes en el ámbito económico y social como consecuencia de la situación ocasionada por el coronavirus (COVID-19), presupuestando, en su capítulo I, 50 millones de € para personas trabajadoras por cuenta propia o autónomas afectadas en el conjunto regional y, en el capítulo II, se reparten  2.297.160 € entre distintos Ayuntamientos de las provincias de Almería y Huelva, para responder a las necesidades de sus asentamientos chabolistas Ojalá estas cantidades puedan conseguir aliviar momentáneamente  los abastecimientos básicos de agua, energía y servicios en tales asentamientos, que acogen a millares de personas.

Pero para quienes hemos apostado y nos comprometemos con la lucha por la igualdad no puede ser esta la meta de nuestra carrera, aunque pueda constituirse en meta de avituallamiento en unos momentos concretos y urgentes. Porque nosotros estamos obligados a denunciar que estas soluciones caritativas y analgésicas sólo tienen una función coyuntural y pueden opacar la dignidad de las personas. Tenemos que dejar claro ante todos nuestros conciudadanos que los inmigrantes subvencionados de Níjar, Vicar, El Ejido, Roquetas, Antas y Cuevas de Almanzora o Lepe, Palos, Moguer, Huelva y Lucena, son personas pobres que, en el actual contexto de confinamiento responsable para todo ciudadano e imposible para ellos, constituyen el mayor contingente de trabajadores de nuestros campos más productivos y emergentes.

Y estos jornaleros pobres no nos solicitan sustancialmente caridades o subvenciones, aunque es verdad que no todos están trabajando todavía y, consecuentemente, los envíos de alimentos y los comedores sociales resultan necesarios y bien recibidos. Pero muchos de ellos no han dejado de trabajar y, por tanto, siguen cobrando sus exiguos jornales. En definitiva, estos nuevos ciudadanos, empadronados o no en sus municipios de residencia, están pidiéndonos a voces un cambio radical de actitud, que vaya más allá del mero acogimiento vergonzante y caritativo y apunte a la promoción permanente del diálogo y el encuentro entre iguales. ¿O acaso seguimos pensando que, en el fondo, no son iguales que nosotros? 

Con todo mi coraje y respondiendo a las exigencias de aquel virus de la compasión, que me inoculó el relato evangélico y se me mutó en compromiso de lucha radical contra la pobreza, me solidarizo con la lucha concreta y arriesgada de estos ciudadanos inmigrantes, a quienes acompañé en su manifestación tras el incendio del asentamiento lepero en fechas prenavideñas y a quienes ahora apoyo y ofrezco mis posibles ayudas, tras el reciente incendio de otras cien chabolas en los campos de Palos, el  pasado 14 de abril.

En aquella manifestación de Lepe aplaudíamos y nos uníamos a sus gritos, que serían los mismos si ahora pudiesen manifestarse en Palos: ¡No más chabolas! ¡Queremos casas y, con ellas, agua y servicios básicos! No nos regaléis nada, alquilarnos las casas que tenéis vacías, porque podemos pagarlas.  Y sus mujeres terminaban uniéndose así al alegato: …y las limpiaremos con esmero. Por favor, fiaros de nosotras.

Aquella compasión primera no puede hacernos dudar de nuestra capacidad de lucha por la transformación real y efectiva de este nuestro mundo injusto, racista y discriminatorio, aunque híbrido y mezclado. Para que dicha transformación se vaya produciendo, no basta con reconocer la importancia de la inserción socio-laboral de los inmigrados, sino que tenemos que seguir luchando por vías claras e inequívocas hacia la integración, la interculturalidad y la transculturalidad. Hay que desarrollar programas políticos, sindicales y educativos que vayan conduciendo a nuestras emergentes, pero ensimismadas y adormecidas poblaciones, a reconocer que toda esta nueva ciudadanía inmigrada no sólo aporta trabajo duro y riquezas materiales contables, sino que también puede ofrecer diversidad de estrategias vitales y  generar la gran riqueza cultural de la mezcla.

Salud, suerte, lucha solidaria y abrazos a quienes peleáis cotidianamente en estas trincheras, encuadrados en distintas asociaciones y ONGs, o desde un activismo personal, comprometido e intransferible. En Sevilla a 19 de abril de 2020

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Acerca de estebandemanueljerez
Profesor e investigador en la acción por el Derecho a la Ciudad. Me emergen ensayos y relatos, de tarde en tarde poemas. Trabajo como profesor en la Universidad de Sevilla y colaboro con el Taller Ecosocial.

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