Don Salvador

José Sacristán en Un Lugar en el Mundo

El paso de Don Luis a Don Salvador, de segundo a tercero de primaria, supuso para mí algo así como pasar el Cabo de Buena Esperanza, tras un año de navegación con viento en contra. Supuso coger vientos favorables y descubrir nuevos horizontes. Me cambió la vida para siempre. A Don Salvador lo tengo como mi primer Maestro. Me inoculó el gusto por aprender. Pasé de odiar ir al colegio a tener una curiosidad insaciable. A partir de ese año me pasé el día preguntando, en clase y en casa, a todos los adultos que tenía a mi alcance.

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ABAYUBÁ

Sentado en el borde inferior del ventanal escribo en mi cuaderno negro, lo estreno en realidad, mientras vigilo que mi móvil termina de cargarse. A mi derecha el empleado de la Pluna, el mismo que nos esperó a la llegada y nos condujo hasta allí, se dirige al grupo que se aglomera a su alrededor. Pasajeros con maletas en tránsito pasen por aquí. Un grupo de personas lo rodean expectantes. El resto, como yo, están sentados donde pueden o aprovechan para hacer compras. A la izquierda, en la cabina, una silla giatoria, muy sola, me llama. Pienso que estaría más cómodo allí. Pienso en sentarme en ella pero me temo que alguien se me acerque al mostrador a consultarme algo y, … ¡a ver cómo le explico!. Recorro con la mirada la galería en la que esperamos. El ventanal sucio y mojado con letreros que nos piden perdonar las molestias. Las obras las realizan para mejorar el servicio que nos prestan. De tanto en tanto un cubo recoge, o ¿agarra?, ¿cómo dirán acá?, el agua que llueve del techo. Compruebo que el bordillo en el que me siento no está mojado. A lo largo del ventanal se sucede la hilera de cubos. Estiro las piernas. Las vuelvo a recoger, ¡otra vez esa palabra! Me apoyo en las rodillas y retomo la escritura. La ratonera. De nuevo la indignación me disparó la necesidad de escribir. Esta vez fue durante el vuelo, leyendo un artículo sobre las políticas europeas en Le Monde Diplomatique, edición española. Me va saliendo de corrido pero quiero tener conmigo el ejemplar del periódico que olvidé en el avión. Me vendría bien para precisar unos datos. No soy euroescéptico. Creo en la necesidad de construir Europa social y políticamente. Pero no creo en la Europa que nos están construyendo. Cada día menos. Europa se está convirtiendo en una ratonera política.

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El Tren

Es noche cerrada, sin luna. Sopla una brisa cortante, fría. Esa luz roja de la baliza de señalización y una caseta sin iluminar es todo lo que hay a su alrededor. Las rectas vías del tren se pierden en la oscuridad a un lado y a otro. Moad tiembla de frío y de miedo. Anuda sus piernas con sus brazos mientras su mirada se pierde en el horizonte. La cabeza le da vueltas. No puede ordenar sus pensamientos. ¿cómo ha  podido dejarlo ahí? Huele a tierra y paja húmedas. Se oye el cri, cri de los grillos y unos perros ladran lejos. La pregunta se repite una y otra vez en su cabeza. ¿cómo ha podido dejarlo ahí?

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