Don Salvador

José Sacristán en Un Lugar en el Mundo

El paso de Don Luis a Don Salvador, de segundo a tercero de primaria, supuso para mí algo así como pasar el Cabo de Buena Esperanza, tras un año de navegación con viento en contra. Supuso coger vientos favorables y descubrir nuevos horizontes. Me cambió la vida para siempre. A Don Salvador lo tengo como mi primer Maestro. Me inoculó el gusto por aprender. Pasé de odiar ir al colegio a tener una curiosidad insaciable. A partir de ese año me pasé el día preguntando, en clase y en casa, a todos los adultos que tenía a mi alcance.

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La letra con sangre no entra

Ilustración de Javier Jaen, publicada en La Letra Con Sangre Entra, El Diario Vasco

La letra, con sangre entra, debió ser el lema inventado por algún psicópata para justificar su maltrato a las niñas y niños a su cargo. No encuentro ningún fundamento pedagógico que lo justifique. Con el tiempo llegué a hacer el doctorado en Ciencias de la Educación y no encontré ninguna pista que me permitiera entender ese método de aprendizaje. Desde luego conmigo no funcionaba. Don Luis, mi maestro de segundo de primaria, sin embargo, si creía que ese método funcionaba y se esmeraba en aplicarlo.

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Carta a Ana de las Azoteas Verdes

Abro el correo a las seis y media de la mañana, y me encuentro uno de Ana, una estudiante de Arquitectura a la que no conozco, dirigida a mi compañero Rafa y a mí mismo, de parte de su tutor, nuestro compañero Paco. Nos escribe para plantearnos las ideas iniciales con las que quiere abordar el tema de su Trabajo de Fin de Grado. Capta mi atención y me pongo a escribirle de forma inmediata estas letras emergentes.

Ana enmarca su tema en la situación tan rara y difícil que estamos viviendo, en este confinamiento que le está planteando la necesidad de dar una respuesta desde la arquitectura. Su primera presentación del tema es así: «Azoteas, el «no lugar» de la arquitectura. Edificios comestibles: Un reencuentro con la cubierta de mi casa». ¿Cuantos no estamos estos días re-encontrándonos con las azoteas de nuestras casas o con nuestros balcones?

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Algunos aprendizajes que podemos extraer de la emergencia sanitaria que nos pueden servir para hacer frente a la emergencia climática

Alejandro Antonio Ayala Carmona, E.T.S.A. Curso 2018/19, Prof. Esteban de Manuel Jerez

(Publicado inicialmente en Andalucía Información el 18 de marzo)

Estos días estamos aprendiendo muchas cosas a la fuerza. Estamos aprendiendo qué es un estado de emergencia y como se responde al mismo. Hemos pasado prácticamente en 24 h de seguir nuestra vida cotidiana como si tal cosa, moviéndonos despreocupadamente al trabajo o el estudio, interactuando con normalidad (besos, choques de manos, abrazos, …), alternando en bares y comprando compulsivamente, a vernos recluidos en casa, pudiendo salir sólo para ir a trabajos considerados “de guardia”, comprar alimentos y lo básico para vivir, manteniendo distancias de seguridad entre nosotras, con bares, calles y plazas vacías. Estamos aprendiendo también que todas somos vulnerables y tememos por nosotros y nosotras mismas, por amigos/as y familiares que han contraído la enfermedad.

Antes de que por decreto nos viéramos en esta situación no éramos conscientes de que el calificativo «viral», que usamos en las redes para hablar de memes, viene de que los virus se expanden exponencialmente sin que los veamos, que los datos que manejamos de infectados son la punta del iceberg, que todas podemos ser portadoras del virus sin saberlo y estar transmitiéndolo con nuestras distancias cortas, choques de manos, besos y abrazos, que el sistema sanitario puede colapsar si no tomamos estas medidas drásticas a tiempo.

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Un vaso de agua de cristal, por favor, Ilmo Sr Rector

A veces una pequeñísima anécdota es suficiente para ilustrar y aprender muchas cosas sobre cómo funcionan las comunidades humanas y las enormes resistencias que oponen a introducir cambios que parecen nimios. Vayamos con el relato de los hechos, extraigamos los aprendizajes, y acabemos con una pequeña acción, muy modesta, casi un ruego. Será un pequeño test que nos permitirá evaluar si hay, o no, esperanza para lograr objetivos que parecen improbables pero que son ineludibles para vislumbrar un futuro mejor.

Hoy teníamos una jornada de innovación educativa con Alicia, una profesora invitada de la escuela de arquitectura de Madrid. Camino de la sala me encuentro con Andrea, agente cultural organizadora del evento. Iba a comprar una botella de agua para la conferenciante. Le pregunté que por qué no llevaba una jarra y vasos de cristal y me respondió que la escuela sólo tiene vasos de plástico. Me extrañó porque hace ahora diez años, siendo yo subdirector de cultura, conseguí erradicar las botellas de agua y compramos jarras y vasos. Ya en el aula, la invitada logró su objetivo, provocar a los profesores y meterse en el bolsillo a los estudiantes. En eso fue una maga. Les presentó un proyecto muy innovador para la enseñanza del dibujo de arquitectura. Cien años después, la pedagogía de la Bauhaus sigue resultando rompedora e innovadora. Así están las cosas. Han pasado cien años y en la calle están pasando cosas. No estamos en la era de la exaltación de la máquina y la industrialización, estamos ante el colapso de la civilización industrial. No basta con el desarrollo de la capacidad creadora. Es necesaria enfocarla a salir del atolladero en el que nos ha metido la sociedad de producción, consumo y residuos en masa, en un planeta finito que ya está desbordado y dice basta.

En un momento dado, para ilustrar la relación del aprendiz con los objetos cogió la botella de agua y la volvió a soltar en la mesa. Alicia se había manifestado contra la organización de la educación en áreas de conocimiento y en departamentos, había cuestionado el alejamiento de la academia con la calle, con lo que está pasando, y estaba convencido de que aprovecharía la oportunidad para pronunciar algo en relación a qué hacia ese objeto, botella de plástico, encima de una mesa de una escuela de arquitectura, en pleno año 2020, siete meses después de que la Universidad declarara la emergencia climática. Lo dejó pasar. Nuestros estudiantes son muy sensibles a los mares de plástico. Los suyos al parecer también porque nos mostró una diapositiva de la exposición que hicieron como trabajo de fin de curso. No expusieron sus trabajos. Llenaron la escuela de residuos de plásticos y fue una decisión de ellas y de ellos. Una performance contundente que habla por sí misma de lo que está pasando fuera (y dentro). Mis estudiantes, en noviembre, en la primera culturada de la escuela, representaron el asesinato de la Tierra llenando el mapamundi dibujado en el vestíbulo de la escuela de residuos plásticos.

Performance El Asesinato de la Tierra. Diseño y fotografías de Isabel Villanueva Molina, estudiante de Dibujo de Ideación, 3º de arquitectura

En el turno de debate me levanté y cogí la botella de agua para preguntar qué hacía allí. Me parecía una contradicción pedagógica su presencia. Aproveché para preguntar a los estudiantes de primero de arquitectura si sabían que la universidad había declarado la emergencia climática y me confirmaron que no. ¡Sorprendente! Si estamos en emergencia ¿cómo no se informa a la comunidad universitaria? La declaración suscrita compromete la docencia y la investigación universitaria y las dirige a un fin: dar herramientas a las y los estudiantes para hacer frente al reto. Desde el conocimiento y activando su capacidad de actuar.  

Terminado el debate, me crucé con Juan, miembro del equipo de dirección y le pregunté qué podíamos hacer para que la escuela dispusiera de alternativas al vaso y la botella de plástico. Me dijo que él no podía hacer nada, que hablara con la Jefa de bedeles. La jefa de bedeles me dijo que decidieron no usar los vasos de cristal porque hay que lavarlos. ¿Cuál es el problema? ¿Quién los va a lavar? Mi personal no tiene asignada esa función y no se lo puedo pedir. Si tuviéramos un lavavajillas… habla con el administrador ¿Quién tendría la función de meter y sacar los vasos del lavavajillas? ¿Está eso previsto en la Relación de Puestos de Trabajo?, pregunté. No, me respondió, pero ya lo haríamos. No me convence, le dije. Y si pedimos un lavavajillas y luego no se usa porque nadie tiene esa función ¿Y el personal de limpieza? Pregunté. El personal de limpieza es personal externo. Es una contrata. Ah!, entonces la cuestión es incluir en el pliego de condiciones de contratación que el servicio de limpieza se ocupe de la limpieza de los vasos. Buena idea, me respondió. Pero vas a tener que hablar con el Rector. Está de campaña. Dile que lo incluya en su programa. Y lo voy a hacer.

Pero digo yo, ¿Qué lecciones podemos extraer de esta pequeña anécdota? Tirando del hilo de qué hace una botella de plástico en un aula y de por qué no hay vasos de cristal en una escuela de arquitectura hemos aprendido que: para dar solución a algo tan sencillo como que en las conferencias y en las aulas de arquitectura haya jarras y vasos de agua de cristal en lugar de botellas y vasos de plástico, hay que preguntar a un agente cultural, que te remite a un directivo, que te remite a una jefa de bedeles, que te remite al rector. Es decir, que un siglo después, El Castillo de Kafka sigue siendo la mejor representación de cómo el pensamiento burocrático domina la vida universitaria. O se cambian las Relaciones de Puestos de Trabajo para asignar a alguien la función de limpiar vasos, sea de forma manual, sea usando el lavavajillas, o es necesario redactar nuevos pliegos de condiciones en las contrataciones de personal externo para que recojan esa función.

También es ilustrativo de que usar una botella de plástico en una sala de conferencias como recurso pedagógico rompe los esquemas de la compartimentación del conocimiento. ¿A qué área de conocimiento corresponde ocuparse de ello? Yo creo que a todas, pero la respuesta correcta, a juzgar por los hechos, es a ninguna. Eso me dijo Alicia, la innovadora profesora que de la Bauhaus que se metió en la máquina del tiempo para darnos lecciones de como innovar con cien años de retraso. Y cuando llegamos a la conclusión de que de un modo u otro, hay una solución para este sencillo problema, la iniciativa del mismo no la va a tomar ni la dirección de la escuela de arquitectura, ni la jefa de bedeles, ni el responsable de administración. La va a tener que tomar un estudiante, o un profesor, o algún miembro del personal de administración y servicios y va a depender de que el rector lo incluya en su programa y luego lo cumpla.

Y ahora vamos más allá. Estamos en una universidad que ha suscrito el compromiso de ser neutra en emisiones de carbono en 2030. Me voy al programa del candidato a rector y no encuentro ninguna mención a cómo piensa hacerlo. Nada indica que el tema esté incluido en los objetivos de docencia, investigación e infraestructuras. Hay algunas vaguedades que podrían apuntar en esa dirección. Pero no hay un plan que haga creíble que podemos esperar que el Campus de la Universidad de Sevilla sea neutro emisiones de CO2 en 2030. Pero aún hay esperanza. Vamos con el ruego. Candidato a Ilustrísimo Señor: ¿tendría a bien incluir en su programa publicado, en alguna de las líneas estratégicas, objetivos y compromisos, qué medidas va a tomar para erradicar las botellas y vasos de plástico del Campus universitario? Voy a estar atento al enlace a su programa para ver si lo actualiza y le agradeceré públicamente si atiende este sencillo ruego.